sábado, 14 de abril de 2007

Susana soca

100 de años del nacimiento de esta uruguaya desconocida en su país. Uruguayitos, por favor, busquen en google.Entre otras cosas, fue la mujer que sacó los escritos del escritor ruso, Boris Paternak.
Exposición en la Maison de l'Amerique Latine; Boulevard St Germain. Una pequeña muestra (diecinueve fotografías colgadas en las paredes y cuatro vitrinas) pero una muestra preciosa. Hay libros, revistas con papel quemado y cartas para reconstruir la figura de Susana Soca, uruguaya, poeta y editora de una revista de literatura.

Las fotografías son de Gisèle Freund y pintan una galaxia (el título de la exposición habla de una constelación) de figuras de primer orden: Paul Eluard, Silvina Ocampo, Pierre Drieu La Rochelle, Henri Michaux, Roger Caillois, Rafael Alberti, Pablo Neruda, Jean Cocteau. Entre ellos, Susana Soca, que no es famosa en Francia, es un ser extraño. Muestra labios y uñas del mismo rojo con algo de cansancio tremendo en su foto-retrato (“vulnerable y a la vez inaccesible”, escribe Roger Caillois). Tremendas joyas (una esmeralda como el huevo de un pijón) en la fotografía de sus manos.

Susana Soca era la hija muy adinerada de un médico uruguayo que visitaba Francia a menudo entre las dos primeras guerras mundiales. Su vida fue un proselitismo para la poesía. Tenía un sexto sentido para ubicar versos que aguantan el tiempo, la creación acertada. Hay huecos en su biografía. No se sabe muy bien cómo consiguió crear una dinámica parecida a la de Silvina Ocampo, agrupando artistas entre Europa y Argentina con su revista Sur. La revista de Susana Soca tuvo dos nombres: Cahiers de La Licorne, cuando se creó en París, y Entregas de La Licorne, en una vida posterior, en Montevideo. Una “licorne” es un unicornio. Fue Valentine Hugo quien sacó el dibujo de la tapa de la revista. Tres entregas en Francia, trece en Uruguay: la trayectoria del unicornio se detuvo con la muerte de Susana Soca en un accidente de avión que hacía el recorrido Montevideo-París.

Los sumarios de cada número muestran una sensibilidad aguda en el momento de elegir lo mejor. Hasta tal punto que, más allá de lo que se presenta, un misterio se crea poco a poco con lo que tenía que ser un homenaje: ¿quién era esta mujer? Unas frases de Roger Caillois (el gran importador de la literatura hispanoamericana en la casa editorial Gallimard) muestran su asombro frente a la boda nunca realizada entre el poeta francés Henri Michaux y Soca. ¿Cómo puede ser que aquella mujer se encuentre con el escritor Pierre Drieu La Rochelle y el pintor Nicolas de Staël antes de sus respectivos suicidios y viaje a Moscú para un encuentro frustrado con Boris Pasternak poco antes de la entrega tan polémica de su Premio Nobel de Literatura? Ubicarse siempre en el lugar decisivo no puede ser pura casualidad.

Borges dedicó un poema a Susana Soca en El hacedor. El título es Susana Soca y la descripción de ella finaliza con una sola palabra: fuego. Es una evocación de su muerte en el accidente de avión pero, creo, también de un anhelo casi enfermo en la búsqueda de los poetas que, nos explicó Rimbaud, roban el fuego.

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